Cuarentena por el coronavirus: cómo el confinamiento contribuye a la pérdida de la memoria
Durante la cuarentena,
parece que los días parecen ser siempre iguales.
Menos
socialización
El factor más obvio es el
aislamiento. Sabemos que la falta de contacto social puede afectar
negativamente al cerebro y que el efecto es más grave en quienes ya
experimentan dificultades de memoria.
Nos estamos perdiendo
esas conversaciones en la oficina o las fiestas en las que podíamos hablar con
decenas de personas en una noche, intercambiando historias de lo que hemos
estado haciendo. El nivel de atención y la necesidad de recordar cosas
disminuye porque todo lo tenemos muy inmediato y estamos reduciendo nuestras
actividades, es como si el cerebro redujera su nivel de funcionamiento un 60%,
así que comienza a olvidar y a retener menos información.
Al socializar, contamos
las cosas que nos pasan todos los días, y la repetición de historias nos ayuda
a consolidar nuestros recuerdos de lo que nos sucedió, lo que se conoce como
recuerdos episódicos. Si no podemos socializar tanto, quizás no sea
sorprendente que esos recuerdos no se sientan tan claros como de costumbre.
Ahora cuando no tenemos
la oportunidad de conversar, tenemos menos historias que contar. A medida que
se cancelan las vacaciones, se posponen las bodas, los conciertos y eventos
deportivos siguen sin público, tenemos menos de qué hablar. Y curiosamente, las
personas no suelen hablar de las emociones todos los días con sus familiares o
con las personas que viven, así que las conversaciones se van reduciendo y con
ello la atención que hay que poner a las cosas.
Más
ansiedad
Mucha gente ahora percibe
una sensación de una ansiedad en sus vidas. Incluso si aprecias lo afortunado
que eres y cómo otros están pasándolo mal, la sensación de que el mundo se ha
convertido en un lugar más incierto puede ser difícil de combatir.
Aunque los niveles de
ansiedad alcanzaron su punto máximo cuando comenzó el confinamiento y se han
reducido gradualmente, los niveles promedio se han mantenido más altos que en
los tiempos habituales, especialmente en las personas jóvenes, que viven solas,
tienen niños, son de bajos ingresos o están en áreas urbanas, o aquellas que
han tenido que seguir saliendo a trabajar y sobre todo si usan transporte
público o conviven con personas de alto riesgo.
La depresión también se
ha disparado y hay más síntomas de ella en el día a día de las personas.
Se sabe que tanto la
depresión como la ansiedad tienen un impacto en la memoria.
Las preocupaciones cobran
factura en nuestra memoria de trabajo, dejándonos con menos capacidad
disponible para recordar listas de compras o lo que tenemos que hacer.
Si sales a trabajar,
entonces tu viaje, el cambio de escenario y los descansos que tomas marcan el
día, dándote momentos para anclar tus recuerdos.
Pero cuando trabajas
desde casa, cada reunión en línea se siente bastante similar a cualquier otra
porque tiende a sentarse exactamente en el mismo lugar frente a la misma
pantalla. También hay menos cosas para etiquetar tus recuerdos y ayudarte a
distinguirlos.
Tan pronto como salimos
de casa, incluso para dar un paseo por el parque, nuestro cerebro comienza a
prestar atención.
La
importancia del trayecto desde el trabajo
Además de que los días se
funden en uno solo, también las cosas que haces en esos días.
En una oficina, puedes
pasar por una sala donde tuviste una reunión en particular, lo que te recuerda
que necesitabas enviarle un correo electrónico a alguien al respecto.
En casa, no hay señales
que te ayuden a recordar las diferentes partes de su trabajo. Cada memoria está
etiquetada con sentarse frente a tu computadora. En el trabajo, es posible que
recuerdes exactamente dónde tuviste una conversación, en los ascensores o en la
cocina de la oficina. Eso te ayudará a no olvidarlo.
Fatiga
general. Aburrimiento.
Las reuniones de Zoom son
agotadoras, parte del trabajo es mucho más difícil desde casa y las vacaciones
se cancelan. La falta de rutina y la ansiedad por la pandemia pueden perturbar
nuestro sueño. Pon todo eso junto: básicamente estamos en un cansancio
continuo.
Entonces, con la
combinación de fatiga, ansiedad, falta de señales y menos interacciones
sociales, no es de extrañar que algunos de nosotros sintamos que nuestra
capacidad de memoria nos está decepcionando.
¿Qué
podemos hacer?
La buena noticia es que
hay cosas que podemos hacer al respecto.
Salir a caminar,
especialmente por calles desconocidas, hará que tu cerebro vuelva a prestar
atención. E incluso moverse un poco marca la diferencia. ¿Tienes que sentarse
en tu escritorio cada reunión? Si es una llamada telefónica, ¿podrías caminar
por la calle?
Asegurarse de que los
días de semana y los fines de semana sean suficientemente diferentes, como para
no fusionarse en uno solo, puede ayudar con las distorsiones que nuestra nueva
vida puede tener en nuestra percepción del tiempo.
Agrega variedad, desde lo
que comes, lo que ves, las personas con las que hablas, las actividades que
realizas, agrega juegos a tu rutina.
Si no puedes salir, te
sugiere que busques una actividad completamente nueva en casa y luego contarle
de ella a alguien para ayudarle a tu memoria.
Reflexionar
deliberadamente sobre tu día cada noche puede ayudarte a consolidar tus recuerdos.
Incluso podrías escribir un diario.
Y si te olvidas de hacer
cosas, entonces hacer listas y configurar alertas en tu teléfono puede marcar
más la diferencia de lo que piensas.
Ponte retos, aprende
cosas nuevas, enseña cosas nuevas, no sigas esperando a que todo sea como
antes. Esta es la nueva normalidad, y debemos adaptarnos.
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