Cómo enseñar a los hijos a pedir lo que necesitan.
A menudo
infravaloramos el poder de saber pedir las cosas. Evitamos solicitar aquello
que necesitamos o deseamos de los demás por miedo a parecer egoístas, por
considerar que los demás “deberían darse cuenta” de lo que queremos o
necesitamos (como si pudieran leernos la mente), o por cierto sentimiento de
vergüenza al creer que, al hacer peticiones, estamos reconociendo carencias.
Sin embargo, saber pedir es clave para la felicidad. Enseñar a pedir a los
peques lo que quieren o necesitan con asertividad, es un valor de vida que les
hará más felices.
Cómo enseñar a tu hijo a pedir lo que quiere de la
forma correcta.
Saber pedir aquello
que queremos o necesitamos es básico para nuestra felicidad. Los niños pequeños
son expertos en demandar de forma innata, pero a menudo esta cualidad se va
perdiendo en el proceso de sociabilización del niño debido a una mala asimilación
del término por parte de los adultos, que no queremos que el niño parezca
egoísta, vanidoso o pedigüeño delante de los demás.
Enseñar a pedir de
forma respetuosa, incluso aceptando la posibilidad de recibir una negativa, es
un valor de vida fundamental que podemos transmitir a nuestros hijos desde la
primera infancia, para que vayan interiorizando la importancia de exteriorizar
deseos y necesidades de forma correcta y respetuosa.
Saber cómo y cuándo pedir aquello que queremos
es una lección de madurez más que influye positivamente en el desarrollo
emocional de nuestros peques. Los seres humanos somos seres pensantes y
sintientes. Por lo tanto, los propios sentimientos influyen a la hora de
comunicarnos con los demás, también cuando expresamos necesidades.
5 pasos para enseñar a pedir a los niños.
Los niños a menudo
se quedan «atascados» y tienen dificultades para pedir ayuda o demandar
necesidades y deseos sin sentirse desbordados emocionalmente. Seguirlos nos
ayuda a enseñarles a evitar las temidas «rabietas» y su subsiguiente desgaste
emocional. Asimismo, les ayuda a comunicarse de manera mucho más efectiva, lo
cual aumenta sus posibilidades de éxito a la hora de conseguir lo que desean
(siempre que sea lícito) de cara a su futuro como adultos.
1. Evitar la frustración
Durante la infancia,
es habitual que los más peques tengan muy poca tolerancia a la frustración. Tan
pronto como empiezan a esforzarse por hacer algo, se sienten rendidos. Algunos
niños lo intentan las veces que haga falta y terminan aprendiendo por el método
de ensayo-error. Otros, en cambio, tienden a frustrarse y sentirse mal cuando
las cosas les resultan difíciles.
Es muy normal
entonces que estallen en un llanto inconsolable, o que sufran una ira tremenda.
En este momento podemos acercarnos a ellos y ponernos a la altura de sus ojos
para, después de consolarles, explicarles suavemente que puede pedir ayuda y
expresar lo que desea, que hablar siempre es mejor que sentirse mal y que solo
de esa manera estará haciendo algo realmente útil para conseguir sus
propósitos.
Como adultos también
debemos tener en cuenta que prestar ayuda a un niño no es hacer las cosas por
él, sino enseñarles la manera adecuada de hacerlas. Es importante criar niños
autónomos para que de mayores sean adultos autosuficientes y capaces.
2. Serenarse y reflexionar
Cuando nos sentimos
frustrados, tristes, desalentados o nerviosos, enfadados e impotentes no
estamos en nuestro mejor momento para actuar correctamente, expresarnos
adecuadamente o emprender actividades con éxito. A los niños les sucede igual.
Hay que enseñarles a serenarse y reflexionar.
Para hacérselo
entender a los más pequeños, podemos abrazarles y acariciarles para ayudarles a
calmarse, mientras iniciamos el proceso reflexivo con ellos. Con frases e ideas
sencillas, podemos hacerles entender que calmarse es el primer paso para
sentirse mejor.
Después les podemos
ir guiando a través de preguntas sencillas para ayudarles a pensar qué ha
pasado, por qué se sienten mal o qué necesitan para sentirse mejor, y por qué
eso es tan importante. Una vez hecho esto, ya estamos listos para ayudarles a
expresar sus necesidades y deseos.
3. Elegir el momento adecuado
Igual que los niños
se sienten abrumados por sus sentimientos de frustración o insuficiencia,
rompen en llanto o en ira (algunos incluso destruyen su trabajo) y necesitan
aprender a tomar un descanso antes de que eso suceda, en muchas ocasiones los
adultos no estamos preparados para reaccionar adecuadamente a sus demandas en
un momento de tensión. Nosotros también debemos aprender a calmarnos y respirar
antes de reaccionar inapropiadamente y empeorar la situación.
Esto que nos sucede
a nosotros, puede pasarle a cualquier persona con la que nuestros hijos e hijas
emprendan una negociación en un momento inadecuado. Por eso, es importante
enseñarles a ponerse en los zapatos ajenos. Al principio puede que sea difícil,
porque los niños más pequeñitos no vienen con el chip de la empatía de serie,
sino que es una capacidad que se cultiva.
Explicar a los
peques que es mejor dejar un tiempo para calmarse (no solo para ellos; sino
también para sus interlocutores), aumenta sus posibilidades de conseguir
aquello que desean. Si reaccionan de forma insistente y demandante con alguien
que, por ejemplo, está agobiado en ese momento, lo más seguro es que reciban
una negativa.
Saber elegir el
momento antes de reclamar de forma adecuada sus deseos les ayuda a valorar la
importancia de los mismos (si a los 15 minutos se han olvidado de ello, es que
no eran muy importante) y aumenta las posibilidades de que obtengan aquello que
ansían, si de verdad era lo que querían.
Los niños necesitan
que se les pongan límites con respeto y se les explique en qué momentos y de
qué forma pueden expresar sus deseos. Evidentemente, las necesidades de los más
pequeños suelen ser urgentes y atenderlas a tiempo y de forma adecuada es clave
para su desarrollo y bienestar.
Pero los más mayores
pueden aprender, poco a poco, a diferenciar entre deseos y necesidades, así como
la urgencia de cada una de ellas y el mejor momento para plantearlas (por
ejemplo: cuando papá y mamá terminan de hablar, papá ha terminado de cambiar el
pañal al hermanito pequeño o cuando la profesora ha terminado de dar una
explicación en clase).
4. Hablar desde la calma y expresarse con respeto.
Como contábamos en
un post anterior, a menudo suponemos que los demás saben qué está ocurriendo en
nuestro interior. A los niños también les pasa y cuando creen esto y sucede
algo que les confronta y les hace sentir contrariados, se sienten injustamente
tratados y caen en la trampa del victimismo.
Esto hace que se
indignen mucho y se sientan injustamente tratados o desconsiderados. Cuando
esto sucede, sufren una suerte de «secuestro emocional», sus emociones se
destapan descontroladamente y suelen expresarse de forma inadecuada,
manifestando dolor e ira.
Los peques suelen
pensar que sabemos lo mucho que les apetece o necesitan tal o cual cosa, y
tienen dificultades para identificar y expresar sus emociones y necesidades de
forma controlada, serena, concreta y eficaz. Cuando se sienten insatisfechos,
el egocentrismo infantil natural en esta etapa del desarrollo les hace caer en
la tristeza y el malestar emocional.
Es importante que,
en este momento, además de ayudarles a calmarse, les enseñemos a dirigirse a
los demás de manera serena y pacífica, conciliadora y empática. Cuando nuestro
interlocutor es respetuoso con nosotros, nos sentimos más propensos a ser
amables y entablar un diálogo positivo con él.
5. Aprender a encajar una negativa.
A veces los niños
piden y quieren hacer cosas que no pueden ser, como comer golosinas o asomarse
a una ventana abierta. Hay muchas cosas apetecibles que son peligrosas o
insanas para ellos, pero todavía no lo comprenden. Como padres, nos toca
explicárselas y hacerles recapacitar. Con paciencia.
El saber comunicar
nuestros deseos no implica que siempre vayamos a conseguir lo que queremos,
solo que aumentamos nuestras posibilidades de que sea así. Pero si obtenemos
una negativa, porque lo que solicitamos es inviable (al menos en ese momento) o
la otra persona no está en disposición de concedérnoslo ¡no pasa nada!
No se acaba el mundo
porque nos digan de vez en cuando que no. Saber aceptarlo, continuar
esforzándonos o reorientar nuestras metas e intereses, es un enfoque mucho más
positivo y saludable que obcecarnos en aquello que, sencillamente, no podemos
conseguir.
Para ayudarles a
gestionar el no, es importante acompañarles a transitar por sus emociones,
validando todas ellas porque todas cumplen una función primordial. La
regulación emocional es otro factor clave de su desarrollo que debemos tener en
cuenta a la hora de enseñarles a saber pedir para ser felices.
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Saber pedir es una
habilidad realmente complicada. Requiere que los niños y niñas reconozcan
cuándo necesitan algo, manejen sus propios sentimientos, predigan la posible
reacción de la persona que los va a ayudar, evalúen la conveniencia de pedir en
esa situación particular, en qué momento y además sepan comunicar claramente y
en condiciones lo que necesitan…
Si incluso a los
adultos nos cuesta ¡no podemos esperar que ellos aprendan cómo hacerlo de la
noche a la mañana! Debemos de ser comprensivos y no perder la paciencia con
ellos para poder seguir esforzándonos por enseñarles. Al fin y al cabo, somos
su ejemplo a seguir. Como ellos reaccionen depende mucho de cómo vean que
reaccionamos nosotros.
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