Características de los hijos únicos.
Hoy en día no es extraño
encontrar familias en las que sólo hay un descendiente, los llamados “hijos
únicos”. ¿Qué implica realmente crecer sin hermanos?, ¿cambia el desarrollo
emocional, intelectual o motriz por ser hijo único?
¿Cómo
son los hijos únicos?
Es cierto que cada hogar
es n mundo y que por lo tanto, cada hijo único es diferente a todos los demás,
pero existen unas características comunes que suelen marcar a estos pequeños.
Así, existen diversos estudios que demuestran que los chicos que se han criado
solos saben divertirse por sí mismos y necesitan menos de la compañía de otros
niños.
A su vez, cuando se
encuentran rodeados de más chicos y chicas se suelen mostrar más dispuestos a
participar. Probablemente este tipo de comportamiento se deba a que, al no
haberse criado entre hermanos, no son tan competitivos ni celosos… Sus cosas
siempre han sido suyas y el cariño de los padres también.
Además, estos niños,
suelen ser mucho más maduros que el resto de los chicos de su edad. Por un
lado, como no tienen hermanos están acostumbrados a buscar constantemente la
compañía de sus padres o de otros adultos. Por otro, como éstas son sus únicas
referencias, tiende a compararse constantemente con ellos: les encanta
aparentar que son mucho mayores de lo que son y algunos de ellos, incluso, pueden
llegar a convertirse en los “típicos sabelotodo”.
Por último, posee una
capacidad asombrosa para aceptar la soledad… No es de extrañar, pues en la
mayoría de las ocasiones juegan solos. Por todo ello, es fundamental que los
padres sepan que educar al hijo único es un reto, que requiere esfuerzo e
información al respecto.
El
triángulo del hijo único: una familia de tres.
Cuando una familia se
encuentra formada por tres personas, es fácil que se suela producir un fuerte
vínculo entre dos de ellas. Vínculo que, por lo general, implica la exclusión
del tercero. Así mismo, en los casos en que los padres ya son mayores
(situación en las que los cónyuges suelen haber desarrollado estrecha relación
entre ellos antes de que el hijo naciera), el vínculo ente ellos continuará
siendo el más fuerte.
Si además, el hijo único
ejerce de aliado de uno de los padres en contra del otro, o bien de observador
de la estrecha relación, las consecuencias del triángulo pueden contribuir a
crear esa sensación de ser un intruso.
Así pues, el equilibrio
en el seno de una familia con hijo único es muy diferente del que existe en las
familias con varios hijos, siendo lo más común que los hijos experimenten con
mayor intensidad la relación con sus padres, de hecho, muchos de los sentimientos
de los hijos únicos se encuentran ligados a la distribución del poder que
existe o existió en su propia familia.
1. Afectuosos y muy unidos a sus
padres
Comparten mucha
intimidad con ellos y los lazos que los unen son muy fuertes. Los niños admiran
a sus padres, los imitan en todo, comparten gustos, opiniones y forma de ser.
No es raro que de adulto, elija la misma profesión.
El riesgo: en la adolescencia, los niños necesitan rebelarse contra los padres para
asumir su propia identidad. Los hijos únicos tardan más en hacerlo y esta falta
de sana rebeldía puede ocasionar una importante carencia de imagen propia en
unos años claves para su desarrollo personal.
2. Ambiciosos
Desde pequeños, suelen llevar sobre sus hombros los sueños de sus padres
que se proyectan en ellos como único espejo. Están acostumbrados a ser
exigidos, a soportar la presión y a buscar el éxito.
El riesgo: los padres no deben perder de vista que su hijo no ha nacido para
alcanzar sus ambiciones. Les toca encontrar su propio camino.
No tienen competidores en casa y reciben todos los estímulos y todas las alabanzas lo que contribuye a que crezcan con una buena autoestima.
El riesgo: pueden llegar a pensar que son niños superiores a los demás o que
su manera de actuar es la única posible. Esto les hará mostrarse intolerantes,
testarudos y poco comprensivos. Limitar los elogios es la recomendación de
todos los psicólogos.
4. Responsables e inteligentes
El contacto constante con los adultos les lleva a manejarse bien en el
mundo de los mayores. Son maduros para su edad, se expresan muy bien y suelen
ser buenos alumnos.
El riesgo: pueden comportarse con soberbia y encajar mal el fracaso. En el
colegio, la buena relación que suelen mantener con el profesor les puede alejar
de los compañeros y ahondar su sentimiento de solitario incomprendido.
5. Prudentes
Durante los primeros meses de vida, la madre siente un fuerte apego
hacia su bebé. Si no nacen más hermanos, este vínculo permanece invariable a lo
largo de la infancia. Con frecuencia, los padres temen con mayor intensidad que
a su hijo le pase algo, lo que le suele convertir en un ser prudente, que evita
los riesgos incontrolados.
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